Y de pronto, todo cambia
De pronto nos encontramos todos trabajando desde casa. Interactuando con la administración pública, con nuestros clientes, con nuestros proveedores, con nuestros familiares y amigos, a través de formularios, documentos en línea y realizando videoconferencias. Algunos le llaman a esto teletrabajo, e incluso, algunos muy, pero que muy osados lo llaman Transformación Digital. Me permito puntualizar que esto lo que es, en muchos casos, es una chapuza monumental a la que nos hemos visto todos forzados por las circunstancias.
Ejemplos de las dificultades que estamos viviendo muchos de nosotros estos días pasan por la relación con la Administración Pública, los problemas con las devoluciones de los depósitos del Incasol o el retraso en la gestión del pago de las tan anunciadas y necesarias ayudas, financiaciones, pagos de los ERTES…
Muchas organizaciones llevan meses (¿años?) planeando, debatiendo y postergando esto de la Transformación Digital. Siempre había algo más “importante” en el día a día que servía de excusa para no hacerlo, incluyendo sus dudas acerca de la seguridad de la información compartida.
Sin embargo, el confinamiento nos ha enfrentado con la realidad: graves problemas de conexión, imposibilidad de acceso a los servidores y a la información almacenada, protocolos inapropiados o, simplemente, una gestión deficiente de equipos. Sí, sin duda todos estábamos muy “obesos” y nada ágiles, y en ocasiones llenos de prejuicios, pero ha llegado el momento de acelerar el proceso.
¿Están las empresas preparadas para el teletrabajo?
Para empezar, hemos de tener presente que, ni todo el mundo puede teletrabajar debido a su función, ni los procesos y sistemas están suficientemente preparados. El teletrabajo es algo más que dar a una persona un ordenador portátil y trabajar desde casa. Implica el uso frecuente de métodos de procesamiento electrónico de datos, y una plataforma estable de telecomunicación para el contacto permanente entre el teletrabajador o el usuario y la empresa. Todo esto sin contar con los gastos de electricidad, teléfono, depreciación mobiliario e instalaciones, espacios co-working, material de oficina, limpieza, seguros…
El teletrabajo, una solución para un futuro más sostenible
Sin embargo, esta crisis que todavía no hemos superado nos está revelando los muchos beneficios que puede aportar el teletrabajo bien organizado: incrementar la flexibilidad horaria ayudando a la conciliación familiar, aumentar la competitividad y atraer talento, minimizar los problemas de movilidad y tráfico mejorando ostensiblemente el medio ambiente, reducir los costes fijos…
Hoy la única opción que tenemos es aprender de esta circunstancia para “adelgazarnos y agilizarnos” y así afrontar en mejor posición el futuro. Para ello, en mi opinión, la mejor opción es, como digo siempre, preguntar a todos tus colaboradores acerca de sus experiencias, vivencias y necesidades. De esta manera podremos aprender y construir un mejor entorno laboral con ellos, equilibrando lo que sea más conveniente para ambas partes. Seguramente así lograremos incorporar este nuevo estilo de trabajo sin menoscabar la productividad, la calidad de la vida personal, ni la calidad del servicio entregado al usuario final.