Poner en acción la curiosidad, la imaginación y la creatividad es realmente fácil y tiene un impacto extraordinario en nuestra calidad de vida, tanto personal, como profesional.
Las organizaciones más eficientes e innovadoras suelen estimular estos tres talentos humanos de manera consciente y constante; sin embargo, muchas individuos y organizaciones no miran el mundo con curiosidad infantil, ni se imaginan opciones diferentes a las que conocen y, en consecuencia, no activan la creatividad necesaria para conseguir esos “mundos diferentes”.
La diferencia entre ver y mirar
Constantemente vemos cosas (paisajes, objetos, personas, etc.) pero ¿miramos y captamos los detalles?
Podemos ver, por ejemplo, el semáforo en rojo y activar de manera automática el protocolo que corresponde al color del momento, pero ¿qué pasaría si estimuláramos conscientemente el mirar ese semáforo? Es decir, que realmente lo viéramos. Probablemente descubriríamos que tiene rasgos que no habíamos detectado previamente como, por ejemplo, que está hecho de uno u otro material, que la iluminación es por una bombilla tradicional o por alguna tecnología novedosa, que se ve con claridad, o no, independientemente de la luz solar del momento, etc. etc.
Este pequeño ejercicio, aplicado no a un semáforo sino a nuestro día a día en la experiencia profesional con organizaciones, ha llevado a resultados notables pues nos ha ayudado a descubrir lo que estaba detrás de las rutinas, lo que era mejorable, lo que era innecesario, lo que nos podía llevar a un nuevo nivel de eficiencia o innovación.
Sólo se trata de un minúsculo ejercicio, una minucia de todo lo que podemos hacer para hacer de nuestras organizaciones un espacio más creativo, elevando el nivel de compromiso y consciencia de las personas.
Propongo que lo pruebes un par de veces, sin contárselo a nadie, con cosas cotidianas, y analices qué te ha generado tanto a nivel de reflexiones y descubrimientos como en tu actitud y estado de ánimo.
Me encantará saber tus resultados.