Imaginemos un mundo en el que no existiera la capacidad de ofender ni la de sentirse ofendido, en el que pudiéramos comunicarnos sin miedos a dobles sentidos ni a malentendidos, en el que no existiera el miedo al ridículo. Todos nos expresaríamos libremente y en un tono abierto y franco.
Esto es lo que perseguimos con la asertividad. Para conseguirlo, es fundamental que creemos un entorno de confianza en el que nuestra forma clara y directa de expresarnos no se viva negativamente. Es importante que nuestra asertividad vaya acompañada de empatía y de cordialidad. Paradójicamente, comunicarnos de forma asertiva ayuda a construir este entorno de confianza.
Los beneficios de la asertividad van más allá de los aparentes beneficios directos. Cuando somos asertivos, no solamente estamos expresando con claridad lo que pensamos y sentimos (recuerda los puntos clave de la autenticidad: la coherencia entre lo que pensamos, decimos, hacemos y sentimos), sino que además estamos generando en nuestros interlocutores la confianza en la previsibilidad de nuestro discurso.
Otro beneficio añadido de ejercer una buena asertividad es que se contagia a nuestro alrededor. La asertividad genera en quién la ejerce un reforzamiento en la autoestima, es reconfortante para uno mismo expresarse con franqueza, y nos hace sentirnos cómodos. Esta comodidad se irradia y los demás a tu alrededor se sienten cómodos contigo… ¡el contagio está sembrado!
Sabemos que las formas del líder se contagian. Líder, cuida tus formas. Tendrás que ser como quieres que sea tu equipo.