Muchos aprendizajes se pueden extraer de las circunstancias excepcionales que estamos viviendo, pero me gustaría centrarme en uno que es totalmente aplicable al mundo de la empresa: una visión pasado y futuro para actuar en el presente.
Del pasado podemos aprender mucho si extraemos lo esencial. La anterior epidemia producida por el SARS del 2002 dejó algunas lecciones para los líderes de aquellos países afectados; la prevención como obsesión ante futuras y desconocidas enfermedades o plagas, y la medición y obtención de datos para dar agilidad en las respuestas. Esto los ha posicionado mucho mejor ante la actual pandemia del Covid 19, siendo mucho más rápidos y proactivos en sus acciones, y anticipándose a los hechos.
El futuro podemos imaginarlo, de manera utópica o distópica. Pero no podemos dejar de definirlo, construirlo, aunque sea en un formato de reflexión. El cómo hacerlo debe ser explícito y muy fragmentado, no genérico.
Cuando cruzamos ese futuro explicitado con los aprendizajes, disponemos de muchas pistas para definir nuestro camino, nuestra hoja de ruta.
Por ello la afirmación del título de este texto. Analicemos nuestras más recientes decisiones tomadas, ¿Cuánto aprendizaje explícito incorporan? ¿Qué futuro están ayudando a construir?
Por supuesto, estoy hablando de líderes, no de directivos. Una sola persona, por inteligente y lista que sea, jamás superará inteligencias colectivas. Por ello la principal función de un líder es generar el espacio para dicho pensamiento conjunto que visualice las potenciales limitaciones que tendrá su organización y diseñe planes de acción para sortearlas, basados en el aprendizaje y con el futuro puesto en el horizonte.