“Seguimos educando a los niños como en el siglo pasado”
La condición humana es una fuente inagotable de generación de oportunidades, en esa idea se basa, Fran Chuan, experto conferenciante especializado en el ámbito de la innovación y la tecnología. Desde su faceta como autor, emprendedor y conferenciante, dedica buena parte de su tiempo a analizar la relación entre innovación y educación, y cómo hay que trabajar desde ya con los más pequeños en procesos que aprovechen los resultados basados en el error, detectando oportunidades reales, enseñando desde el «para qué», proyectando a estos niños para que su capacidad innovadora sea imparable en el futuro. También es autor de varios libros y, en este caso, nos centramos en algunas ideas de su obra “Autenticidad”. Precisamente sobre futuro, capacidad de innovar y educación hemos querido hablar con él.
Dices que la innovación es una actitud ante la vida… ¿por qué?
La innovación está muy mitificada, se piensa que es solo de unos pocos o que es algo muy radical y es mentira. La innovación es el resultado, es un “algo” tangible bien sea un servicio, un producto o cualquier cosa que sea diferente a lo que había antes. Hay pocas innovaciones que podamos encontrar en la historia que en realidad no sustituyan un algo anterior: el coche de hoy sustituyó al carro tirado por caballos, la televisión plana sustituye a la de tubos y así sucesivamente. Si aceptamos que la innovación es el valor final diferencial, ¿cómo llego a ella? Con 4 elementos: 3 los tenemos en el sistema operativo base del ser humano: curiosidad, imaginación y creatividad; el cuarto es tiempo. Nadie innova cuando le persigue el león y va corriendo y es como vamos hoy en día y así mal vamos.
Las culturas más innovadoras y abiertas al cambio (culturas domésticas, microculturas dentro de la cultura en la que vivimos) son más lentas, dedican más tiempo a la reflexión, son menos aseverativas y más dubitativas. Si educamos a los niños en esto es así y esto es “asá”, le ponemos vallas al campo y, por tanto, si la innovación es hacer algo diferente, como hay vallas ya no puedo hacer cosas diferentes. En España podríamos tener más capacidad innovadora si “desaprendiéramos” esos prejuicios.
¿Cómo se puede «desaprender»?
La primera reflexión descrita en el libro es que hace falta un concepto que nos cuesta, se llama humildad: la antítesis de la humildad sería la soberbia. La humildad te exige dudar de ti, sin llegar a ninguna patología, pero sí tener dudas, porque la duda está en el mundo de la curiosidad. La duda es la que diluye las vallas del mundo y los niños son unos cracks en eso hasta los 7 años. Por eso hay que “desaprender” desde la humildad, porque me queda mucho por aprender, sé muchas cosas, pero me quedan por aprender muchas más. Otra persona siempre puede incorporar alguna variante sobre lo que creemos que sabemos o sobre cómo hacemos las cosas.