Decía Clayton Christensen en una entrevista de noviembre 2019, pocos meses antes de su fallecimiento, que estamos entrenados para seleccionar datos, analizarlos y tomar decisiones; sin embargo, hoy, todos los datos de que disponemos son del pasado. Del futuro no tenemos ninguno.
Hace ya unas décadas, cuando la velocidad de transformación del entorno era razonablemente lenta, podíamos hacer proyecciones tomando datos del pasado. Con ello nos poníamos manos a la obra a diseñar nuevos productos y servicios con una cierta ratio de éxito. Poco a poco la velocidad de dicha transformación fue aumentando; en la mayoría de los casos no nos dimos cuenta y por ello no comprendimos por qué la ratio de éxito de nuevos lanzamientos se fue reduciendo.
Desde el punto de vista sociológico y corporativo está siendo un tiempo sumamente interesante, de constante y radical alteración de las reglas de juego y los líderes de muchas organizaciones han tomado decisiones que me llevan a reflexiones como estas:
- Cuando estalló todo, muchísimas empresas, aplicando la lógica predictiva, pusieron la mirada en la tesorería y, todavía hoy, continúan actuando como si esta situación tuviera una fecha concreta de caducidad a partir de la cual todo volverá a ser exactamente como era.
- Tomemos como ejemplo a los organizadores de congresos y convenciones cuya principal regla de juego es la de congregar a muchísimas personas en espacios reducidos (lo cual es una fiesta de lujuria para el Covid). Un caso en particular es el Mobile World Congress, que se aplaza de nuevo, esta vez hasta finales de junio 2021. Los organizadores deben haber vaticinado un escenario en el que para el próximo año todo estará superado, y en el que las personas no solo podrán viajar con total libertad de movimientos, sino que además querrán hacerlo.
Espero que el MWC, el foro en que se nos presenta lo más avanzado de la tecnología y en el que se nos anuncia cómo será la tecnología que nos acompañará en el futuro, aproveche esta excepcional coyuntura para convertirse en el referente de los congresos del siglo XXI, aplicando y promoviendo en su organización la tecnología —ya disponible o aún asomando la nariz— a implantar en el cómo nos comunicamos.
- (Un paréntesis: no sé por qué me viene ahora a la cabeza la Singularity University, una institución que nos mostraba cómo iba a ser el futuro, e incluso tanto nos anunciaba los peligros a los que nos abocábamos como la cercanía del cumplimiento del eterno deseo de inmortalidad… En estos momentos no tengo muy claro cuáles son las aportaciones de la SU en las circunstancias en las que nos hallamos).
- Volviendo al hilo de los congresos, personalmente creo que estamos más cerca de que la realidad aumentada y la virtual se desarrollen como competidores de los palacios de congresos y los recintos feriales, a que estos últimos vuelvan a sus tiempos dorados y obvien la tecnología, o simplemente la usen como complemento. Hoy la tecnología o es el socio o es el competidor; no hay escapatoria.
- En este momento me imagino más próximo a la realidad un encuentro al estilo de los maestros Jedis, donde la mitad de los asistentes están físicamente presentes, mientras que la otra mitad lo están en forma de holograma (simple realidad aumentada), y que a su vez se retransmite por la misma tecnología de realidad aumentada, haciéndonos sentir —desde donde quiera que estemos— presentes en el evento; antes que podamos volver a asistir a auditorios compartidos por cientos o miles de personas.
Mientras leemos este texto, el entorno no hace más que continuar su transformación habitual, pero acelerada por esta crisis sanitaria que algún día pasará, y que nadie sabe ni cuándo ni en qué medida nos habrá transformado.
¿Qué decisiones tomaría para mi organización si el futuro fuera a ser como el presente que estamos viviendo?
Imaginemos que estamos en octubre del 2022 y seguimos sufriendo restricciones de movilidad en áreas puntuales, por doquier siguen apareciendo brotes que limitan la actividad económica y, por supuesto, no todos los países se hallan en el mismo punto de la crisis.
Estaremos en una situación en la que una nueva manera de hacer las cosas se habrá asentado. Nuestro entorno se habrá transformado, y nosotros debiéramos habernos transformado con él.
En esta transformación irreversible están emergiendo multitud de escenarios y oportunidades. Dejadme aventurar aquí algunas de las cuestiones a las que nos estaremos enfrentando:
- Dado que mayoritariamente trabajamos desde casa, ¿se transformarán las empresas de vending en empresas de logística?
- ¿Qué usos daremos a los distritos destinados casi por completo a oficinas, ubicados en las grandes ciudades?
- ¿Cómo resolveremos el que nuestras redes de datos estén diseñadas para dar acceso a internet de muchos concentrados en poco espacio (edificios de oficinas) cuando ahora precisaremos un servicio integrado para usuarios en hogares (IoT, videoconferencias, teletrabajo)?
- ¿Diseñarán los arquitectos y urbanistas viviendas y espacios diferentes, teniendo en cuenta que en ellos se combinará la familia, el trabajo, el descanso y el ocio?
- ¿Aprovecharemos para rediseñar el sistema educativo?
Mientras tanto, aparecen ganadores de esta crisis que no ha hecho más que acelerar la transformación en curso. ¿Quién se acuerda hoy de Skype? ¿Quién conocía a Zoom en diciembre de 2019? ¿La consulta médica por videoconferencia? ¿La normalización de los webinars? ¿La aceptación de los conceptos de coworking, coliving, teletrabajo y otras variantes? En las ciudades dormitorio, los comercios de proximidad han transformados sus modos de atención al público y horarios ante el incremento de clientes que antes sólo venían los fines de semana… y podríamos seguir con decenas de ejemplos.
Muchas asociaciones, organizaciones y empresas tendrán que repensar su propósito, su razón de ser. Seguramente muchas de ellas no lo variarán sustancialmente, pero sí modificarán notablemente el «cómo» satisfacían el «para qué» (se habrán transformado casi sin darse cuenta). Un nuevo «cómo» que tendremos que explorar con una lógica diferente, interactiva, basada en hipótesis que iremos validando con pequeñas experimentaciones.
Experimentaciones que nos generarán datos que iremos arrancando al futuro, pues —como nos dejó dicho Clayton Christensen— nuestra tradicional lógica predictiva basada en datos del pasado de poco nos sirve en estos momentos de transformación global.
Por último, permítanme que les comparta los resultados de una encuesta sobre TD realizada a miles de ejecutivos:
¡¡Bueno, en tiempos de transformación un poco de humor siempre nos vendrá bien!!
(Artículo publicado posteriormente en The Future Shapers)