Cuando hablamos de innovación, la imaginación suele llevarnos a un garaje en Silicon Valley, a jóvenes emprendedores disruptivos y a start-ups ágiles que desafían el statu quo. Parece que solo los outsiders pueden innovar. Pero esa es solo una parte de la historia.
La innovación no es patrimonio exclusivo de las start-ups. También las grandes organizaciones —los “gorilas”— tienen un papel fundamental en el proceso innovador. Cada una, eso sí, con fortalezas y debilidades distintas.
Tres bloques, tres desafíos
Para entender mejor cómo se da la innovación, conviene dividir el proceso en tres grandes bloques:
- Generación de ideas: detectar oportunidades, analizar tendencias, imaginar soluciones.
- Prototipado: diseñar experimentos, validar hipótesis, ensuciarse las manos.
- Escalado: llevar la innovación al mercado, industrializar, crecer.
¿Dónde brillan las start-ups?
En los dos primeros bloques, las start-ups son imparables. Son veloces, creativas, valientes. No tienen miedo a equivocarse porque aún no tienen una reputación que proteger. Sus prototipos son ingeniosos precisamente porque carecen de recursos. Necesitan ser más listas que grandes.
Sin embargo, ahí mismo aparece uno de sus mayores riesgos: se enamoran de la solución más que del problema. Y si el mercado no valida esa solución, el castillo se desmorona.
Además, muchas veces no tienen la capacidad de escalar. Por eso, cuando el prototipo ya está validado, muchas buscan financiación en mercados como el estadounidense, donde el acceso al capital es más fluido. Aunque eso, afortunadamente, empieza a cambiar en Europa.
¿Y los gorilas?
Las grandes empresas suelen tener dificultades en los bloques uno y dos. Sus estructuras jerárquicas y sus procesos internos pueden ralentizar la generación y experimentación de ideas. Muchas veces, incluso confunden un prototipo con una primera versión acabada del producto final, lo que inhibe el aprendizaje.
Pero cuando se trata de escalar, ahí es donde el músculo financiero, la base de clientes y el prestigio de los gorilas hacen la diferencia. El reto está en colaborar, sin absorber, en integrar, sin ahogar.
Innovar no es saber todas las respuestas desde el principio. Es tener el coraje de hacer las preguntas correctas… y la humildad de dejar que el aprendizaje marque el camino.