Fran Chuan

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Mejor de lo que creemos – Una visión de esperanza

Aunque 2020 ha sido el año de la pandemia COVID-19, a lo largo de la historia han habido momentos mucho peores.
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Finalmente llegamos al 2021, un año de luz para muchos de nosotros.

Dejamos atrás el 2020 del que he leído y escuchado demasiadas veces que ha sido un año para olvidar; incluso he visto etiquetas como «El peor año de la historia» o también que el 2021 «lo tiene fácil para ser mejor que el 2020, pues no puede ser peor».

Es cierto que el 2020 ha sido el año de la pandemia COVID-19, en el que al momento de escribir este texto se han contagiado 84 millones de personas y fallecido más de 1,8 millones de personas. Aunque claramente hemos vivido una crisis sanitaria, y sin olvidar a sectores específicos que han sufrido y están sufriendo muchísimo la situación económica, no es ni de lejos una coyuntura tan dramática como muchos podríamos pensar (para más detalle ver el excelente y normalmente certero Fernando Trías de Bes https://www.youtube.com/watch?v=0gmZB7uA0a4).

Nacido en 1900

Haciéndome eco de lo expuesto por Trías de Bes, y para ganar perspectiva, permíteme una reflexión narrada en formato de historia. Imaginemos una persona que ha nacido en 1900 en Europa. A los 14 años vivirá la Primera Guerra Mundial, que durará hasta 1919, dejando entre 10 y 60 millones de muertos según las fuentes que consultemos, aparte de los millones y millones de heridos y mutilados, así como la incalculable destrucción de multitud de ciudades, viviendas, fábricas e infraestructuras de todo tipo. Seguramente esta persona pensaría que no habría nada peor que una guerra. Sin embargo, aún no había acabado dicha guerra y en 1918 ya se anuncia una pandemia llamada gripe española, que se estima que contagió a 500 millones de personas, aproximadamente el 26% de una población total de unos 1.900 millones de personas, de los que fallecieron entre 50 y 100 millones de personas.

Cuando se da por finalizada esta pandemia en abril de 1920, nuestro amigo imaginario tiene tan sólo 20 años y, probablemente crea que ya lo ha vivido todo en su corta vida y que, por tanto, puede comenzar a construir una vida algo más tranquila, pero pocos años después, en 1929 comienza la gran depresión que duró hasta mediados de la década de 1930 (algunos expertos la extienden hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial), generando la quiebra de bancos, el cierre de empresas y en lo social con consecuencias terribles: paro, pobreza, un aumento enorme de la delincuencia y la consiguiente inseguridad, por mencionar solo algunos.

Aún no repuesto de esta gran crisis, en 1939 la Segunda Guerra Mundial vuelve a llenar de destrucción y muerte, principalmente a Europa y buena parte de Asia y el Pacífico. Según las fuentes consultadas, la cifra de muertos varía entre 45 y 100 millones de muertos, aparte de los millones de mutilados y heridos. Nuestro amigo, ha vivido todas estas experiencias en aproximadamente 45 años de vida. Y ni que decir tiene que de 1936 a 1939 tuvimos en España una Guerra Civil, que según y cómo, podríamos añadir al currículum de nuestro amigo imaginario.

A pesar del nada envidiable currículum, este amigo y sus coetáneos tuvieron la visión y energía para sentar las bases de paz, ciencia y desarrollo social y económico para que algo menos de cien años después, hoy estemos en el mejor de los momentos sociales, científicos y tecnológicos de la historia, en un período de muchas décadas del cual podemos congratularnos.

La crisis sanitaria actual

Volviendo a la crisis sanitaria que nos afecta ahora, nunca en la historia se había conseguido disponer de una vacuna en un tiempo tan breve. Las razones son varias, una es la rapidez con la que la acumulación y el intercambio del conocimiento fluyen gracias a las nuevas tecnologías de comunicación. Dicho conocimiento compartido se convierte en piezas que muchos pueden combinar según el campo de la ciencia en el que se mueven y con, la humildad, colaboración y correcta priorización de nuestras estrategias e inversiones en ciencia, salud, educación, impacto medioambiental, etc., se podrían evitar dramas como el que hemos vivido (y continuamos viviendo), pero sobre todo se prevendría la concatenación de desastres como los que vivió nuestro amigo imaginario.

A nivel individual, ¿qué podríamos hacer para contribuir a un mejor 2021? os invito a cultivar la autenticidad entendida como la coherencia entre lo que pensamos, hacemos y sentimos, el autocuidado y el cuidado por los demás, mantener la distancia social, protección e higiene. Igualmente, el ejercicio de nuestro derecho a exigir a nuestros líderes y referentes que prioricen adecuadamente los recursos y planes de acción que permitan la protección de nuestra salud, la recuperación de nuestra tranquilidad y la restitución del bienestar logrado por nuestros antecesores en el pasado siglo.

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