Igualmente, aprendemos cuando tenemos la capacidad de ver oportunidades en donde aparentemente solo hay un resultado fallido. De esta manera la innovación se abre camino, aunque no siempre sea en línea recta sino como consecuencia de situaciones casuales.
Para innovar es necesario desaprender, deconstruir y desmitificar esquemas preconcebidos y enfoques dados por válidos para reformular nuevamente. Esto es todo un reto que exige flexibilidad mental.
Todos estamos familiarizados con productos que nos han facilitado la vida y que consideramos casi indispensables en nuestra vida actual, pero cuántos de ellos fueron originalmente creados para el uso actual que les damos. A continuación, compartimos algunas historias bastante particulares sobre como aparecieron casi por casualidad y se convirtieron en una innovación.
Innovaciones causales:
Play-Doh (plastilina):
Un olor que todos recordamos de nuestra infancia es el de plastilina, una arcilla no tóxica moldeable de vivos colores. Joseph y Noah McVicker la inventaron de manera accidental en 1955 mientras ideaban un limpiador de papel pintado para paredes. El fabricante de juguetes Rainbow Crafts la comercializó un año más tarde. Desde entonces se han vendido más de cientos de millones de kilos de plastilina, pero la receta sigue siendo un secreto.
Fuegos artificiales:
Se originaron en China hace 2.000 años, y la leyenda dice que los inventó accidentalmente un cocinero al mezclar carbón, azufre y salitre, sustancias comunes en las cocinas de entonces. La mezcla quemó y explotó al comprimirse en un tubo de bambú. Lo que no se sabe es si el cocinero conservó el trabajo.
Patatas chips:
¿Adicto a las patatas chips? Échale la culpa al chef George Crum, que creó este snack salado en 1853 en Moon’s Lake House cerca de Saratoga Springs, Nueva York. Harto de un cliente que le devolvía siempre las patatas fritas porque estaban blandas y poco crujientes, Crum decidió cortarlas lo más finas posibles, freírlas en aceite caliente y bañarlas en sal. Al cliente le encantaron y las “Saratoga Chips” se hicieron rápidamente populares en la zona y en toda Nueva Inglaterra.
Sacarina:
El investigador Constantin Fahlberg descubrió este edulcorante artificial en 1879 de manera accidental en el laboratorio del profesor Remsen de la Universidad Johns Hopkins. El descubrimiento de Fahlberg ocurrió después de que olvidara lavarse las manos antes del almuerzo. Había derramado un producto químico en sus manos y, este hizo que el pan que comía tuviera un sabor inusualmente dulce. En 1880, los dos científicos publicaron conjuntamente el descubrimiento, pero en 1884 Fahlberg obtuvo la patente y empezó sin Remsen, la producción en masa de sacarina. El uso de la sacarina no se generalizó hasta el racionamiento de azúcar durante la Primera Guerra Mundial, y su popularidad incrementó durante la década de los 60 y 70 con la fabricación de Sweet’N Low y los refrescos bajos en calorías.
Notas Post-it:
La idea para la nota Post-it fue concebida en 1974 por Arthur Fry como punto de libro para su himnario mientras cantaba en el coro de la iglesia. Él sabía de un adhesivo fallido desarrollado en 1968 por un conocido suyo, empleado de 3M, Spencer Silver. Hasta que Fry no tuvo esta idea no se había encontrado uso alguno a este adhesivo ligero. La compañía 3M se mantuvo escéptica al principio sobre la rentabilidad del producto, pero en 1980, se introdujo el producto en todo el mundo. Hoy en día, las notas Post-it se venden en más de 100 países.
Horno microondas:
En 1945, mientras Percy Spencer ensayaba para la corporación Raytheon con un nuevo tubo de vacío llamado magnetrón, la barra de caramelo que llevaba en el bolsillo empezó a derretirse, y quiso experimentar con palomitas de maíz. Cuando comenzaron a estallar, Spencer fue consciente del potencial de este proceso revolucionario. En 1947, Raytheon construyó el primer horno microondas, el Radarange, que pesaba 340 kilos, medía 15 metros de altura y costó unos 5.000 dólares. Cuando en la década de 1950 el Radarange estuvo disponible para el uso doméstico, su tamaño voluminoso y precio excesivo lo hicieron impopular entre los consumidores. Pero en 1967 se introdujo una versión mucho más popular, de 100 voltios, más pequeña y a un precio de 495 dólares.
Corn Flakes:
En 1894, el Dr. John Harvey Kellogg era el gerente del sanatorio Battle Creek en Michigan. Él y su hermano Will Keith Kellogg eran Adventistas del Séptimo Día y buscaban alimentos saludables para sus pacientes que a la vez cumplieran con la estricta dieta vegetariana de los Adventistas. Will dejó olvidado por error un puñado de trigo hervido, y a su regreso ya había endurecido. Los hermanos lo pasaron a través de un rodillo, con la esperanza de obtener largas piezas de masa, pero en su lugar obtuvieron copos. Los tostaron, obtuvieron un gran éxito entre los clientes y los patentaron bajo el nombre de Granose. Los hermanos experimentaron con otros cereales, incluyendo el maíz, y en 1906, Will fundó la compañía Kellogg’s. Por principios, John rehusó unirse a la compañía porque Will redujo los beneficios saludables del cereal al añadir azúcares.