Hay algunas palabras que, a fuerzas de usarlas, han perdido su significado. Cuando se ponen de moda y las repetimos hasta la sociedad, acabamos por olvidar a qué se referían. El uso de la palabra innovación ha sufrido también sus modificaciones a fuerza de añadirla a nuestro lenguaje.
En algunas organizaciones con las que he trabajado, he optado por prohibir el uso de la palabra «innovación«. La razón es simple: cuando una empresa trata de definir qué significa la innovación para ella, suele recurrir a una definición que, paradójicamente, incluye la propia palabra «innovación».
Esto no solo es un error conceptual, sino que también impide que el concepto se convierta en algo verdaderamente práctico y accionable. Las empresas tienen que crear su propia definición de innovación, para fomentar exactamente lo que persiguen.
Uso de la palabra innovación: curiosidad
En las reuniones y talleres que conduzco, el objetivo no es hablar de innovación, sino estimular la curiosidad. La innovación es la consecuencia natural de un entorno donde se hacen preguntas disruptivas y se fomenta el pensamiento creativo.
Debemos plantear preguntas a partir de la curiosidad que abran la puerta a nuevas soluciones. Aquí entra un juego al que llamamos CICE: curiosidad, cuestionar lo establecido; imaginación; explorar posibilidades sin restricciones; creatividad, convertir ideas en conceptos viables, y experimentación, probar y validar nuevas soluciones.
La innovación es acción, no un eslogan
En muchas empresas, la innovación es un concepto abstracto que aparece en discursos, presentaciones y estrategias corporativas, pero que rara vez se traduce en acciones concretas. Se convierte en un mantra vacío que no se refleja ni en la agenda ni en los presupuestos.
Para evitar esto, propongo una estrategia sencilla pero efectiva: en lugar de hablar de innovación, definamos qué acciones específicas la generan y adoptemos esos términos en nuestra cultura diaria. Por ejemplo:
- Si «curiosidad» es el motor de la innovación en nuestra empresa, debemos asegurarnos de que todos los equipos incorporen el hábito de hacer preguntas disruptivas.
- Si «experimentación» es clave, necesitamos espacios donde los empleados puedan probar ideas sin miedo al fracaso.
La innovación no debe ser un concepto abstracto, una intención vaga o un simple eslogan. Debe ser la consecuencia natural de una cultura organizativa que fomente la curiosidad, la imaginación, la creatividad y la experimentación en el día a día.