Fran Chuan

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El problema de la desalineación conceptual y cómo construir una lingua franca en tu empresa

Evita malentendidos en tu empresa definiendo una lingua franca. Descubre cómo alinear conceptos clave para mejorar la comunicación y la eficacia.
Desalineación conceptual en las empresas

Como ya he comentado en entradas anteriores, creo que vivimos en un mundo de sobreentendidos, donde, especialmente en entornos empresariales, se asume que ambas partes interlocutoras en un intercambio de comunicación comparten exactamente las mismas definiciones de las palabras que rodean un proceso o labor. 

Expresado de forma más simple: a menudo se emplean términos de definición imprecisa y elusiva como medidores, objetivos o simplemente como adjetivos que acompañan fases o tareas en contextos profesionales, y ninguna de las partes implicadas comparte con el resto el significado que tiene para él o ella ese término. Es el caso de vocablos como “estratégico”, “urgente”, “cultura” o “innovación”.  

Para ilustrar esta confusión, acostumbro a realizar el siguiente ejercicio: en una habitación con un grupo de, digamos, quince directivos, anuncio que durante tres minutos la palabra “innovación” y sus derivados quedan prohibidas, y, en ese mismo lapso de tiempo, deben intentar formular un discurso breve con la intención de transmitir a su equipo la necesidad de ser, precisamente, “más innovadores”. Lo que sigue son 180 segundos de tensión, de borrones, tachones y reescrituras para dar con la manera adecuada de expresar este sucinto mensaje. Y al terminar, les pido entonces que, en base al esfuerzo lingüístico realizado, redacten en un papel tres sinónimos de la palabra innovación. Si la alineación conceptual fuera perfecta, recibiría un total de tres palabras (cada uno entregaría las mismas) y, si hubiera una desalineación total, me entregarían 45. La media está en las 29 palabras, desde “I+D” a “novedad” o “sorprendente” (aunque ninguna de estas tenga mucho que ver, realmente, con lo que es realmente la innovación: una manera distinta de solucionar o cubrir un problema o necesidad existente). 

¿Es esto preocupante? Bien, sí y no: por un lado, no es sintomático de nada anormal — es totalmente lógico que, sin un esfuerzo previo de homogeneización de definiciones, un intangible como es la innovación provoque confusiones en su significado. La parte grave es que usemos la innovación como objetivo de ciertos procesos sin, previamente, hacer ese esfuerzo de definición y alineación. Y esto, además de preocupante, es muy común.  

Lo que yo recomiendo, antes de nada, por lo tanto, es invertir recursos en un protocolo de alineación conceptual, que nos resultará mucho más efectivo a largo plazo que cualquier otra estrategia (guiño, guiño) flamante y disruptora. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? Significa crear un espacio para conversaciones abiertas y específicas sobre el significado de las palabras clave en el contexto de la organización. Se trata de identificar términos estratégicos, definirlos colectivamente y documentar esas definiciones para que sirvan de referencia común. 

Este protocolo puede incluir sesiones colaborativas donde los equipos discutan ejemplos concretos de cómo se aplican esos términos en proyectos reales. También puede ser útil desarrollar un glosario dinámico que se actualice a medida que la empresa evoluciona. Lo importante es que esta lingua franca no se imponga desde arriba, sino que sea el resultado de un proceso inclusivo que considere las perspectivas y experiencias de todos los niveles de la organización. 

Si no tomamos esta iniciativa, corremos el riesgo de construir proyectos, estrategias e incluso culturas enteras sobre una base de malentendidos. Pero con una lingua franca bien definida, no solo mejoramos la comunicación, sino también la eficacia y cohesión de nuestro equipo. Y eso, al final, es la verdadera innovación. 

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