Para cualquier proyecto, ya sea escribir una novela, pintar un cuadro o emprender un nuevo negocio, es clave saber plasmar nuestros objetivos de manera clara y concisa. Al igual que un mapa guía a un explorador, unos objetivos bien definidos nos orientarán en nuestro camino creativo. Sin embargo, a menudo nos encontramos perdidos en un mar de posibilidades, sin saber por dónde empezar. Es en estos momentos cuando el papel y el bolígrafo se convierten en nuestros aliados más fieles. Tener una visión clara de lo que queremos lograr nos permitirá tomar decisiones más acertadas y mantenernos motivados a lo largo del proceso.
1. Define el propósito
El «miedo a la hoja en blanco» es real y genera bloqueo porque no sabes por dónde comenzar. Lo primero que hay que hacer es definir el propósito. Si no sabemos el motivo de nuestras acciones, difícilmente vamos a poder trazar una estrategia y todos nuestros pensamientos se pueden quedar en el aire.
Si alguien asististe a una conferencia sobre cultura de la innovación, por ejemplo, y quiere implementar estos aprendizajes en el día a día, ha de preguntarse: ¿para qué quiero innovar? Ese es el primer paso.
2. Fija el objetivo
El segundo paso es determinar cómo medirás el éxito. Esto te ayudará a concretar qué acciones tomar. ¿Quieres retener talento? ¿Aumentar la vida útil de tus productos? ¿Ganar cuota de mercado? Cada objetivo requiere un enfoque distinto.
Por ejemplo, para medir la retención de talento, podrías analizar la tasa de rotación de empleados, los resultados de encuestas de satisfacción laboral o el tiempo promedio que los empleados permanecen en la empresa. Al establecer indicadores clave de rendimiento (KPI) claros y medibles, podrás realizar un seguimiento preciso de tus avances y tomar decisiones basadas en datos sólidos.
3. Conoce tu cultura
El tercer paso es analizar la cultura existente en tu entorno. Por ejemplo, si lideras un equipo, identifica qué aspectos de la cultura actual pueden ser aceleradores o barreras para lograr tus objetivos.
Esto implica conocer bien a tu equipo, entender sus motivaciones y limitaciones. Conocer la cultura que impera en tu empresa te permitirá gestionarla de forma más certera y ágil y puede ser el primer paso hacia un cambio.
De la hoja en blanco al aprendizaje
Por último, define pequeños pasos iniciales para probar ideas y aprender. Los resultados no siempre serán los esperados, pero siempre serán una oportunidad para aprender y ajustar el plan. Así, pasarás de sentir el miedo a la hoja en blanco a generar un ciclo continuo de acción, evaluación y mejora.