Es innegable que la inteligencia artificial generativa es la gran tendencia tecnológica de los últimos dos años: estamos siendo espectadores (y partícipes) de una vertiginosa aceleración de su potencia y sus aplicaciones. El mero hecho de decidirse a emplear la inteligencia artificial en determinados entornos es indicador de que una organización está conectada con los tiempos y abierta a integrar procedimientos y herramientas novedosas. Sin embargo, más que maravillarnos con su evolución y perspectivas, sugiero reflexionar sobre los siguientes aspectos:
1. A pesar de que sus capacidades y aplicaciones están desplegándose cada vez más rápido, en el instante de escribir este texto, el uso principal que se está dando a la inteligencia artificial en las organizaciones es la gestión de grandes volúmenes de datos e información que se generan en los experimentos de exploración.
2. Si hay algo para lo que la inteligencia artificial generativa está resultando útil es para entrenar, reforzar y refinar los siguientes skills:
- Formulación de preguntas: diariamente, podemos comprobar que concretando o reestructurando nuestras preguntas obtenemos mejores respuestas.
- Fact-checking: aunque se priorizan fuentes académicas y de autoridad, la inteligencia artificial generativa extrae la información para sus respuestas de una nube extensa e imprecisa, por lo que se debe contrastar y comprobar antes de ser utilizada o divulgada.
- Definición de objetivos: sin excepción, cuando nos acercamos a una inteligencia artificial generativa con una tarea, tenemos claro qué duda queremos resolver o qué material queremos obtener, y, bien de manera explícita o simplemente instintiva, cómo vamos a medir la suficiencia y adecuación del contenido recibido.
De nuevo, vale la pena hacer hincapié en el hecho que, sea cuando sea que estas palabras lleguen a ti, las tecnologías que tenemos disponibles en ese momento son las mejores que hemos tenido antes, pero también son peores que todas las que tendremos en el futuro. Esta es una lección crucial que nos ayudará a darnos cuenta de que debemos evitar caer en la fascinación y el asombro ante las tecnologías emergentes, pues estas están en constante transformación, pero sí nos puede resultar enriquecedor observarlas desde el ángulo práctico de la aplicabilidad según el contexto profesional o académico en el que nos encontremos. Al fin y al cabo, la tecnología sin una aplicación práctica es pura decoración.
Tomemos por ejemplo el caso de la innovación: incorporar la inteligencia artificial generativa a algunos procesos en nuestra empresa no nos convertirá automáticamente en una organización más abierta, más resiliente, más rentable, más eficiente ni más innovadora. Nos convertirá, simplemente, en una organización que emplea la inteligencia artificial generativa en algunos procesos. Lo que sí puede ayudarnos a construir y estimular una cultura de la innovación es tomar las habilidades y conclusiones que se extraen del uso prolongado de la IA, extrapolarlas y ejecutarlas en nuestro día a día. Todos y cada uno de los skills mencionados anteriormente, la formulación de preguntas, el fact-checking, la definición de objetivos e indicadores de medición, nos servirán en nuestras relaciones y toma de decisiones laboral. Aunque resulte sorprendente, es mucho más común de lo que nos imaginamos encontrase con directivos o equipos de trabajo no saben detectar ni comunicar sus necesidades, no disponen de objetivos concisos, explicitados o alineados en sus proyectos, no disponen de las fuentes y herramientas apropiadas para realizar sus tareas y no tienen forma de medir su rendimiento. ¿De qué nos sirve la tecnología, entonces, si no sabemos cómo ni para qué la usaremos, ni cuándo tendremos suficiente?
Si en tu organización empiezas por priorizar la concreción, explicitación y alineación de objetivos, descubrirás talentos ocultos y obtendrás resultados nuevos, a menudo sorprendentes. Estarás aportando algo mucho más beneficioso que una herramienta de inteligencia artificial: estarás creando y velando por una Cultura.