Fran Chuan

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¿Cómo identificar un cambio de paradigma?  

En el mercado, en el mundo empresarial, no reaccionar a tiempo a un cambio de paradigma —al nacimiento de una sensibilidad global, a la hegemonía de una tecnología, al potencial de una incipiente necesidad—, puede suponer la muerte para una organización. Más allá de estar dotados de una intuición y lucidez sobrenaturales, ¿podemos ver el futuro? ¿Cómo podemos identificar una nueva tendencia? 

Lo cierto es que los mejores clarividentes son aquellos que saben leer e interpretar el presente. Para ello, un primer consejo sería evitar la velocidad: sí, una organización y sus miembros deben ser ágiles, pero esto poco tiene que ver con la rapidez. Al acelerar, reducimos nuestro campo de visión y nuestra capacidad de reflexión, dos factores clave para identificar cambios a nuestro alrededor. 

Es fundamental, entonces, dedicar tiempo a la observación pausada y al análisis profundo. En un mundo saturado de información, la calidad de lo que observamos y cómo lo interpretamos puede marcar la diferencia entre anticiparse a una tendencia o quedarse rezagado. Aquí, el liderazgo juega un rol crucial: los líderes deben fomentar una cultura organizacional que valore la observación crítica y la reflexión colectiva, creando espacios para que los equipos puedan discutir y analizar las señales del mercado sin la presión constante de la inmediatez. 

Un segundo “tip” fundamental para detectar un paradigma en transformación es la concreción del enfoque. Debes definir un nicho y ser selectivo sobre dónde depositas tu atención: si te detienes a mirarlo todo, en realidad no estás observando nada. La clave, entonces, está en la especialización: cuanto más profundo sea tu conocimiento de un área específica, más fácil será identificar los sutiles matices que indican un cambio de paradigma. No se trata solo de ser un observador atento, sino de ser un experto en tu campo, capaz de distinguir entre una moda pasajera y una transformación duradera. 

Aquello que vemos, incluso cuando somos selectivos, incluso cuando nuestra atención no se ve menguada por la urgencia, sigue estando mediado por nuestros sesgos de percepción, por nuestra propia subjetividad. Por eso, es esencial validar estas observaciones a través de estudios de campo e investigaciones más extensas, ya que de vez en cuando nos aferramos a paradigmas inciertos. Este proceso de validación no solo debe ser riguroso, sino también colaborativo. Involucrar a diferentes equipos y perspectivas dentro de la organización puede ayudar a minimizar los sesgos y a obtener una visión más completa y precisa. 

Y, una vez esta observación esté validada, entonces debes aterrizarla en el ámbito de lo material, sin dejarte fascinar: ¿Para qué sirve, realmente? ¿Responde a una necesidad o soluciona un problema extendido? ¿Es genuinamente útil? Este enfoque pragmático es esencial para convertir la detección de un cambio de paradigma en una oportunidad de negocio tangible. Aquí es donde el pensamiento estratégico entra en juego: una organización debe estar preparada para traducir insights en acciones concretas, alineando sus recursos y capacidades con las oportunidades que emergen. 

Ver el futuro, imaginar el futuro 

Todos estos consejos son recomendaciones prácticas que, como hemos comentado, sirven para interpretar el presente. Pero existe una última manera, algo más fantaseosa, pero mucho más inspiradora y rompedora de adelantarse a un cambio de paradigma: provocar el cambio de paradigma. 

Las organizaciones no tienen que ser solo detectoras y receptoras de tendencias, sino que pueden generarlas. Para ello, sin embargo, es imprescindible que dejemos volar nuestra imaginación, que proyectemos una realidad distinta, que no temamos preguntarnos “sí, las cosas son de una manera, pero, ¿podrían serlo de otra?”. Esta mentalidad disruptiva es la que impulsa a las organizaciones a no solo adaptarse al cambio, sino a liderarlo. Fomentar una cultura de innovación, donde las ideas más audaces y creativas no solo se acepten, sino que se celebren, es crucial para quienes desean no solo prever el futuro, sino también crearlo. 

Por tanto, para que una organización se mantenga a la vanguardia, debe desarrollar una doble capacidad: la de ser profundamente consciente del presente y la de imaginar con valentía un futuro distinto. Solo entonces podrá no solo identificar cambios de paradigma, sino también ser el motor que los impulsa. 

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