Cuando hablamos de burnout solemos pensar en estrés, exceso de trabajo, jefes tóxicos y horarios imposibles. Pero, si lo miramos más de cerca, el burnout tiene menos que ver con cuántas horas trabajas y más con una pregunta mucho más incómoda: ¿lo que haces tiene sentido para ti?
De “trabajar para sobrevivir” a “trabajar para que tenga sentido”
¿Qué ha pasado para que aumente la frustración? ¿Ha cambiado el motivo por el que trabajamos? Durante décadas, el trabajo fue, sobre todo, una cuestión de supervivencia:
- Pagar facturas.
- Dar de comer a la familia.
- Tener algo de estabilidad en entornos muy duros.
Para muchas personas nacidas en los años 50, 60 o 70, el propósito era claro: salir adelante. El sentido no estaba tanto en el contenido del trabajo como en el hecho de tener trabajo.
La Generación Z (aprox. nacidos entre 1996 y 2004), en cambio, ha crecido en un contexto distinto:
- Más acceso a educación y tecnología.
- Más información sobre el mundo (y sobre sus problemas).
- Más discursos sobre propósito, impacto, sostenibilidad, diversidad…
Esto tiene una consecuencia directa: no basta con tener un empleo. El trabajo, para muchos Z, tiene que responder a una pregunta muy concreta: “¿Por qué estoy haciendo esto y para qué sirve realmente?”. Cuando la respuesta no aparece, o aparece, pero suena hueca, el terreno para el burnout está listo.
Burnout: cuando el camino no lleva a ninguna parte
A menudo se dice que “la felicidad es en el camino, no la meta”. Suena bonito, pero solo es verdad si sabes a dónde va ese camino. Puedes esforzarte mucho, aprender, dar el máximo… pero si:
- No ves el impacto de tu trabajo.
- El propósito oficial de la empresa no coincide con lo que realmente hace.
- Lo que haces cada día no tiene nada que ver con lo que te prometieron.
Entonces es fácil que aparezca el cansancio profundo, ese quemarse por dentro, que no se cura solo con vacaciones. El burnout no es solo estar agotado. Es sentir que corres una maratón, sin línea de meta, sin mapa y sin estar seguro de si quieres llegar a donde te llevan. ¿Cuál es el objetivo? Ahí es cuando aparece el burnout y te quemas.
La Generación Z frente al contrato psicológico roto
Cuando una persona joven entra en una empresa, no firma solo un contrato laboral. Firma también un contrato psicológico:
- “Aquí podrás aprender”.
- “Aquí crecerás profesionalmente”.
- “Aquí creemos en las personas”.
- “Aquí tenemos un propósito”.
Cuando, al poco tiempo, la realidad es:
- Jerarquías rígidas.
- Tareas mecánicas sin contexto.
- Líderes ausentes o sobrepasados.
- Un propósito colgado en la pared, pero no en las decisiones…
La decepción es fuerte. Y ahí aparece el burnout. La diferencia con generaciones anteriores es que la Generación Z:
- Tolera menos la incoherencia (“me vendes propósito, pero solo me pides Excel”).
- Cuestiona más rápido (“¿por qué hago esto?”).
- Y, en muchos casos, está más dispuesta a irse si no ve sentido.
Eso no es fragilidad: es otra forma de entender el trabajo y la vida.
¿Es culpa de las empresas… o también nuestra?
Aquí viene la parte incómoda. Es fácil decir: “me han quemado”. Y, por supuesto, hay organizaciones que exprimen, maltratan y desgastan a la gente. Eso existe y hay que señalarlo. Pero también hay otra cara: la responsabilidad personal.
Si entro en una empresa, veo que el entorno me destruye poco a poco y, aun así, me quedo años en modo “piloto automático”. ¿Qué está pasando? ¿Es solo culpa de la empresa? ¿O también hay miedo, inercia, falta de decisión por mi parte?
El burnout no siempre es algo que “te hacen”. A veces es algo en lo que colaboras cuando renuncias a decidir. La Generación Z tiene una ventaja enorme: tiempo por delante y más movilidad que nunca. Cambiar de trabajo, de ciudad, de sector o incluso de profesión es posible. No es fácil, pero es posible.
Propósito: la vacuna (parcial) contra el burnout
No hay receta mágica, pero sí algunos antídotos:
- Elegir con intención: dejar de trabajar “porque toca” y hacerse preguntas con brutal honestidad: ¿Qué tipo de problemas me interesa ayudar a resolver? ¿Qué cosas me generan energía en lugar de drenarla? ¿Qué tipo de empresa o proyecto encaja con mis valores? No se trata de encontrar “el trabajo perfecto”, sino de huir de lo que es claramente tóxico o vacío para ti.
- Mirar detrás del discurso: si una empresa habla de propósito, impacto y personas, pero no hay tiempo para pensar, no se escucha a nadie y todo se mide solo en horas y KPIs, es probable que el propósito sea marketing, no realidad. Y eso, con los años, quema.
- Usar la IA y la tecnología con cabeza, no como anestesia: vivimos rodeados de herramientas y paneles de “soluciones” tecnológicas. La tecnología, incluida la inteligencia artificial, puede automatizar tareas, pero no puede decidir por ti qué vida quieres construir con el tiempo que tienes.
El burnout no lo vamos a eliminar del diccionario. Pero la Generación Z sí tiene la oportunidad (y casi la obligación histórica) de no normalizarlo como precio inevitable por cobrar una nómina.